A la hora de la siesta, mientras
los adultos duermen lo niños aprovechan para jugar; libres y sin censura son
protagonistas, cómplices y víctimas de juegos que son de mentira pero se hacen
verdad, una verdad difícil de digerir pero no por eso menos cierta.
Virginia Lombardo hoy directora
de la obra que supo protagonizar en el año 1976
- y que fue prohibida por la dictadura militar en 1978- propone el
clásico argentino de Roma Mahieu en una puesta más vigente que nunca. Protagonizada por Erica Hardt, Romina
Palermo, Daniela Santini, Cecilia García Moreno, Fiorella Camji, Caludia
Blanco, Cande Llona y Florencia Taboada. Ocho mujeres que se entregan por completo a
una puesta diferente, la densidad femenina se hace sentir. El
erotismo y sadismo también son protagonistas de la obra. Una metáfora sobre la infancia y la
violencia, sobre la ingenuidad y la impunidad en un juego de niños que resulta
fatal.
Juegos a la hora de la siesta,
permite reflexionar sobre los niños y sus juegos, sobre los roles bien
definidos pero híbridos al mismo tiempo, sobre el bulling (tan actual por estos
tiempos). Cecilia García Moreno
interpreta a Andrea, la líder del grupo, siniestra y autoritaria ella es la ley
y así lo hace sentir, con gestos abusivos haciendo uso de discriminaciones y
humillaciones, mantiene a cada una en su lugar, Cecilia GM consigue mantener expectante
al público que aún ignorando el parentesco (sobrina) con Charly García, podrá
percibir que lleva el arte y la intensidad en la sangre. Florencia Taboada encarna uno de los personajes
más delicados, ella es Juli “la subnormal”, víctima permanente de la burlas y
chistes de mal gusto, quien a causa de su extrema ingenuidad, es convertida en el
chivo expiatorio del grupo, aunque será el personaje de Romina Palermo –acusada
de ser la hija de una prostituta- la depositaria de la saña grupal.
En las tardes mientras todos
duermen, el sucucho es el sitio donde las niñas juegan: a ser grandes,
a ser niñas, a casarse –cabe destacar la increíble voz de Cande Llona para
entonar el Ave María-, a ser estatuas, a ser santas y a ser putas. El espectador de modo inevitable recuerda su
propia infancia, sus propios juegos y hasta puede sentirse identificado sin
saber que lo análogo resultará peligroso.
Juegos a la hora de la siesta es
una obra intensa, profunda y reflexiva, una puesta donde cada protagonista se
entrega de lleno al personaje convirtiendo en verdad esos juegos infantiles que
empiezan con inocencia pero que terminan de la peor manera.
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