La nueva película de Sandra
Gugliotta es un thriller psicológico lleno de suspenso que mantendrá al público
inquieto y expectante hasta el final.
Luis Vega (Pablo Echarri) es un
escritor, podría decirse un hombre ordinario, algo tosco y ermitaño en busca de
su nueva historia, aquella que lo devuelva al circuito. En esa búsqueda se encontrará con Laura Grotzki
( Leticia Bredice), una mujer enigmática y misteriosa cuyo marido ha sido
asesinado y Luis se ha dispuesto a contar su historia.
Pero él ya tiene la suya, casado
con Carla (Mónica Antonópulos) lleva una vida casi burguesa, ambos
profesionales con buena posición económica, parecen llevar – en apariencia- una
vida prolija y sin sobresaltos. Sin
embargo a medida que se sumerja en los laberintos de la ficción, deambulará por
los pasillos de su propio infierno.
La paranoia, los celos y la
traición serán los invitados que desencadenarán el espanto. Pablo Echarri logra componer un escritor
obsesionado con la intensidad y la masculinidad que sólo él sabe otorgarle a
sus personajes. Un personaje sólido
también es el que interpreta Mónica Antonópulos (Carla), una mujer que destila
sensualidad por donde vaya, explotando al máximo su femeneidad, desatará las
pasiones y los demonios de Luis Vega (Echarri) quien al conocer al personaje de
Leticia Bredice (Laura) se verá seducido por su enigmática personalidad, un rol
que la Bredice puede realizar a la perfección por la gran plasticidad que tiene
como actriz y no deja de sorprender y poner en evidencia su histrionismo para
el policial negro.
Cabe destacar la música original
de Sebastián Escofet, que es una pieza clave para mantener ese suspenso casi
incómodo, dado que de algún modo la historia nos coloca en un lugar también de
reflexión de nuestros secretos, nuestras paranoias y hasta donde estamos
dispuestos a llegar. A fin de cuentas,
todos tenemos un grado de violencia entumecida.
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